
Paulina Parga
La calle
En el mismo cruce, a la misma hora
se detienen los amantes que no se conocen, se miran desde la esquina contraria, y las miradas bajan por sus mejillas, cruzan la calle, zigzagueando entre la luz del semáforo que no cambia de color, los autos, y los otros transeúntes, hasta llegar a su destino: unos ojos que sonríen efímeramente.